En lo más profundo de nuestro cuerpo se
encuentra el psoas, un pequeño músculo que conecta la parte superior e inferior
del cuerpo. Aprender a relajarlo, por lo tanto, ayuda a ganar una mayor
estabilidad.
El cuerpo presenta una serie de capas o
niveles: primero la piel, luego los músculos, después los órganos y,
finalmente, el esqueleto. Sin embargo, hay algunas excepciones. Por ejemplo,
las costillas y el cráneo: unos huesos que cubren y protegen órganos, en vez de
ser su soporte central. El psoas es una excepción similar: es un músculo que se
encuentra en lo más profundo del centro mismo del cuerpo humano, entre los
intestinos y la columna vertebral.
Este músculo actúa como una especie de
puente colgante entre el tronco y las piernas, transfiriendo el peso de arriba
abajo y transmitiendo flujos energéticos en ambas direcciones. Al mismo tiempo,
un psoas sano realiza una función de estabilización de la columna vertebral.
Por otro lado, el psoas también actúa como
soporte interno del abdomen, una especie de "repisa" en diagonal
sobre la que se asientan los órganos vitales de esta zona. Este músculo
interno, además, actúa en armonía con el diafragma, vinculando los ritmos del
movimiento del cuerpo con los ritmos respiratorios, y entre ambos realizan un
continuo masaje sobre la columna vertebral, los órganos, los vasos sanguíneos y
los nervios del tronco, estimulando el movimiento de los fluidos por todo el
cuerpo, a modo de bomba hidráulica.
Sentirse centrado
El psoas es, pues, el eje físico de un
cuerpo equilibrado y estable. Es un músculo vital en todo movimiento que
implique equilibrio, rotación del tronco y de las piernas y en definitiva,
cualquier movimiento general del cuerpo. Por eso, los movimientos inadecuados y
las malas posturas tienden a forzar el funcionamiento del psoas, por ejemplo en
una actividad motora aparentemente tan sencilla como caminar. Muchos de
nosotros pensamos erróneamente que el movimiento de las piernas empiezan en la
cintura, es decir, que el tronco acaba donde empieza la cadera. Sin embargo,
estructuralmente las piernas empiezan en las articulaciones del fémur con la
cadera, y para que el cuerpo mantenga un equilibrio armónico es necesario que
la pelvis funcione como parte del tronco y no como parte de las piernas. Si al
caminar movemos la pelvis como si fuera parte de las piernas, en un contoneo
excesivo o empujándola hacia delante o hacia atrás, el psoas se verá obligado a
realizar una tensión antinatural para proteger y estabilizar la columna vertebral.
El psoas puede tensarse en muchas
situaciones diferentes, ya que es capaz de contraerse o relajarse de forma
independiente, en cada unión vertebral.
Pero si este músculo se usa constantemente
para corregir la estabilidad interna, al cabo del tiempo puede empezar a perder
flexibilidad y a acortarse de forma crónica. Y una contracción o endurecimiento
crónico del psoas conlleva una serie de problemas, porque hace que otros
músculos del abdomen y de la espalda se vean obligados a compensar el
equilibrio y empiecen a endurecerse también. Por ejemplo: los huesos pélvicos
tienden a adelantarse, disminuyendo la distancia entre las crestas ilíacas y
las piernas, comprimiendo la cabeza del fémur en su articulación.
Esta compresión hace que los muslos se
desarrollen excesivamente y el fémur pierde capacidad de rotación, un
movimiento que es asumido por las rodillas y la espina lumbar.
Estos trastornos pueden provocar, a la
larga, lesiones crónicas en la espalda, la cabeza del fémur o las rodillas.
El corazón de las emociones
Con un abdomen habitualmente en tensión y
comprimido, una vitalidad disminuida y una respiración alterada, es
comprensible que la atrofia del psoas conlleve alteraciones emocionales.
Puede que mucha de esa ansiedad que nos
atenaza, o parte de esa apatía crónica que nos oprime esté relacionada con un
psoas inhibido. Igualmente, la sensación permanente de inseguridad que algunas
personas experimentan puede estar directamente conectada con el sobreesfuerzo
continuo por mantener el equilibrio del esqueleto.
Además, el complejo de músculos iliopsoas
está íntimamente conectado con la atávica reacción de "lucha-huida"
que permite a los animales defenderse en una situación de peligro, cuando deben
enfrentarse a un agente externo. Tanto si nos encogemos en una posición fetal
protectora, como si saltamos desde el suelo para correr, el psoas es el corazón
de los músculos implicados, el primero en reaccionar. Por ello, un psoas
crónicamente contraído está enviando al resto del cuerpo, lo que afecta al
sistema nervioso, agota a las glándulas suprarrenales y debilita el sistema
inmunitario. Si nos sentimos agresivos a menudo, y sin razón aparente, es
posible que una atrofia del psoas tenga mucho que ver.
Al relajar el psoas, debemos desarrollar
la confianza en el equilibrio de nuestro esqueleto, en vez de buscar el
equilibrio mediante tensiones musculares. Un cuerpo relajado sostiene su peso
de manera natural sobre su propia estructura ósea: los músculos están para
mover los huesos, no para apuntalar el peso del cuerpo. Cuando aprendemos a
repartir el peso sobre el esqueleto y a sostenerlo sin esfuerzo, la sensación
se traduce en una actitud emocional de seguridad y equilibrio. Las
articulaciones devienen sutiles nodos de fluir energético, dando a todo
movimiento una sensación de continuidad y armonía.
Inestabilidad pasajera
Sin embargo, liberar el psoas, al
principio puede ser problemático. Al intentar "dejar ir" los huesos y
relajar la musculatura, puede invadirnos una sensación de vértigo.
Acostumbrados a sostenernos mediante contrafuerzas musculares, hemos perdido la
confianza en nuestra estructura ósea, y podemos creer que nos vamos a
desmoronar. Los primeros ejercicios de relajación pueden dar una primera
impresión de inestabilidad, que es pasajera. Asimismo, una vez que hayamos
aprendido a sentir nuestros músculos iliopsoas, y empecemos a relajarlos,
podremos atravesar una etapa de emociones confusas. Es normal, ya que la
atrofia del psoas suele estar relacionada con problemas emocionales, y para
liberar este músculo, como en cualquier tratamiento o cura, primero hay que
abandonar los viejos esquemas y depurar los elementos dañinos, permitiendo que
afloren. Con el tiempo, la consciencia y el cuidado de los iliopsoas nos
conducirá a mejorar tanto la salud física, como la emocional.
Consecuencias de un psoas acortado
El acortamiento de psoas genera una
tracción de las vértebras hacia abajo. Por lo que un acortamiento prolongado
produce que las vértebras aplasten a los discos. Si no resolvemos esa tensión
permanente, se puede generar dolor lumbar, ciática, pinzamientos, protusiones
discales e incluiso una hernia.
Además, si solo es un psoas el que está
acortado, torsiona la columna, lo que puede generar una escoliosis adquirida.
Si la contracción es bilateral, produce una hiperlordosis lumbar.
Por estos motivos es importante estirarlo
habitualmente.
Una patología de sedentarios y deportistas
Una de las razones por las que se provoca
el acortamiento del psoas es por pasar muchas horas sentado: la gente que tiene
un trabajo de oficina o los conductores son los candidatos ideales para sufrir
este problema. Si a esto le sumamos una psotura poco correcta por el uso del
ordenador o por no utilizar un asiento adecuado, el efecto se multiplica.
Por otro lado, los ciclistas, practicantes
de spinning y runners son los deportistas que más papeletas tienen para sufrir
acortamiento de psoas. Esto se debe al movimiento realizado en estos deportes:
en todos ellos la flexión de la cadera es el movimiento principal.
¿Por qué se acorta el psoas?
El psoas es un músculo bastante especial,
ya que se acorta cuando está relajado y se alarga mientras se encuentra trabajando,
al contrario que la mayor parte de la musculatura. Este es el motivo por el que
sufre un acortamiento en el caso de personas sedentarias.
Además, este acortamiento supone que las
dos inserciones del músculo (los dos puntos donde se une con los huesos) se
aproximen, y también lo hagan las articulaciones correspondientes. Esto deriva
en una menor longitud del músculo y, por tanto, una menor fuerza.
Autoestiramientos:
Todos los estiramientos se basan en hacer
una hiperextensión de la cadera manteniendo el cuerpo erguido.
Ejercicio 1:
a) Abertura pronunciada hacia delante,
antebrazos apoyados en la rodilla anterior, pelvis muy baja y rodilla anterior
flexionada y tocando el suelo.
b) Extensión de rodilla posterior, sin
levantar la pelvis.
Ejercicio 2:
a) Rodilla anterior semiflexionada,
rodilla posterior de la misma manera, dorso del pie descansando sobre un
taburete y tronco vertical.
b) Extensión de la rodilla posterior sin
estirar la pierna de apoyo.
En vez de apoyar el pie, también se puede
apoyar la pierna en una mesa o cama.
Ejercicio 3:
a) Hincar la rodilla derecha.
b) Retroversión de la pelvis aplanando la
zona lumbar.
c) Adelantar la pelvis manteniendo la
retroversión. El tronco ha quedado recto durante todo el ejercicio.
Ejercicio 4:
a) De perfil en relación al plano de apoyo
y antebrazo aguantando el pie hacia el glúteo derecho.
b) Girar la pelvis en el sentido opuesto
al plano de apoyo. En la posición de inicio, el pie de apoyo en el suelo está
en ligera abertura para permitir la rotación de la pelvis sin tener que
desplazar el pie.
De esta manera, también estiramos el recto
anterior del cuádriceps.
Articulo publicado por ALEXIS ALONSO